sábado, 29 de marzo de 2008

PROTESTA Y VALIENTE RESPUESTA


Por: Miguel Godos Curay

Que Manuela Sáenz, la patriota quiteña, tenga enemigos gratuitos en pleno siglo XXI. No nos extraña. Los tiene el propio Libertador Bolívar a la vuelta de la esquina. Manuela, es verdad, no tiene admiradores entre los cucufatos, los cerebroestrechos, los prejuiciosos, los nobles de apellido rimbombante y sospechosa identidad genética. Los insulsos, los que enmascaran su otro yo misógino, los indefinidos, los que inventan la historia con pretensión predicadora. Los que reniegan de su pasado también enfilan sus baterías contra Manuela.

El pasado 26 de marzo, un grupo de alumnas de la Universidad Federico Villarreal (Lima) realizaron un plantón de protesta frente al rectorado contra la actitud arbitraria y ofensiva del Decano de la Facultad de Humanidades doctor Ernesto Germán Peralta Rivera, quien se niega a reconocer el Círculo de Estudios “Manuela Sáenz”. Peralta deniega el reconocimiento argumentando: que “como historiador no iba a aprobar que una institución estudiantil lleve el nombre de una mujer que no representa nada para la historia”. El colmo resulta que dijera a la Consejera estudiantil Eugenía Abadía: “si usted se identifica con una prostituta es su problema”. Las alumnas de la Villarreal, en solidaria protesta estudiantil, respondieron con todas sus letras a la autoridad: ¡Señor Decano no somos putas!

El decano Peralta, pertenece a esa especie prejuiciosa y alambicada que piensa que la historia se escribe del ombligo para arriba y lo que sucede del ombligo para abajo pertenece a un territorio ajeno a la curiosidad de la historia. Este candor de vieja remolona no tiene justificación. Tal vilipendio equivale a desacreditar el mestizaje, tan rico y tan intenso, en la vida peruana. Este es un desconocimiento elemental de la condición humana que como un río crecido de sentimientos, emociones y pasiones desemboca en el inmenso mar de la existencia.

Algo así como convertir a Pizarro y a su hueste en cortesanos jugando a la matutiru tirulá. Desconociendo esos vínculos misteriosos se ignoran esas circunstancias humanas que nos dieron a un mestizo como el Inca Gracilazo de la Vega. O desconocer la estirpe humana de un Grau que surgiendo del amor prohibido se encumbra por su magnanimidad y estatura humana. Ignorar la vida es negar la esencia de la historia. Colocarse cerrojos y candados en el cerebro con prejuicios es hoy una manía de solteronas condenadas a las islas, siempre complicadas, de su soledad.

No pensaban ni denostaban así de la quiteña intelectuales apristas como Luis Alberto Sánchez. Nunca avaro en la admiración ni remilgoso en el elogio a Manuela. Conspiradora, apasionada pero audaz y valerosa. O los indoamericanos: Germán Arciniegas, quien dijo que a la Libertadora no la dejan de ofender las cucarachas cerebrales tan dadas al veneno de la injuria. O el maestro Otto Morales Benites, quien sostiene, que ignorar la presencia de la mujer en el proceso de la emancipación es desconocer que la libertad antes de transformarse en la beligerancia de la guerra separatista fue un sentimiento en el corazón de nuestras mujeres. Ignorar este sentimiento no es un buen signo de gratitud humana. No bebieron de las charcas de la injuria Oleary, Palma , Neruda y los numerosos biógrafos documentados de la quiteña.

Sor Juana Inés de la Cruz, monja mejicana universal, tiene una redondilla precisa para los peraltas y riveras mentales, especie académica tan dada a la ofensa gratuita y a la interpretación torcida de las cosas: “Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis”. Esta cofradía insomne que se detiene en la admiración de la Libertadora no puede ser indiferente a la protesta estudiantil y a todas las rebeldías invocadas en nombre de ese huracán de libertad llamado Manuela Sáenz.