sábado, 9 de junio de 2007

MANUELA SAENZ: APUNTES SOBRE SU VIDA


(Wikipedia)Hija ilegitima del noble español Simón Sáenz Vergara y de María Joaquina de Aispuru, nació en la ciudad de Quito, Ecuador, el 27 de diciembre de 1797, aunque algunas fuentes citan el año de 1795. Por causa del nacimiento de "Manuelita", su madre fue abandonada por su humilde familia, teniendo que ser educada en el Convento de Santa Catalina. En ese lugar aprendió a leer y a escribir, además de aprender a comunicarse y expresarse. Forzada a abandonar el convento a los 17 años, fue brevemente seducida por Fausto D'Elhuyar, sobrino e hijo de Juan José y Fausto Elhúyar (los descubridores del tungsteno).

Después de esa aventura vivió varios años con su padre, que en 1817 la casa con un acaudalado médico inglés James Thorne, veintiséis años mayor que ella. Poco tiempo después de la boda, el nuevo matrimonio se trasladó a Lima, entonces capital del Virreinato del Perú, donde Manuela empezó a interesarse por los asuntos políticos del país. Dentro del ambiente aristocrático de la capital, supo de las conspiraciones revolucionarias de los patriotas, tanto los intentos de Bolívar por liberar la Nueva Granada, como los de San Martín por independizar el Perú. Así Manuela tomó un papel activo en las intentonas de derrocar al virrey José de la Serna e Hinojosa en 1820.

Posteriormente, el 28 de julio de 1821, ella fue testigo clave de la Independencia del Perú, con una destacada colaboración en el proceso, lo que le valió que el general José de San Martín le concediera el título de "Caballero de la Orden del Sol".
En 1822 Manuela acompañada de su padre regresó a Ecuador, abandonando a su esposo. Allí conoció a Simón Bolívar, quienes terminarían siendo amantes por ocho años. Al año siguiente acompañó a Bolívar hasta Perú, donde vivieron juntos hasta que su amante tuvo que continuar con las guerras de independencia. Demostrando una capacidad sobresaliente para la época, Manuela acompañó al Libertador durante buena parte de las campañas, durante las cuales habitó en la ciudad de Bogotá.

Durante su estancia en esta ciudad, el 25 de septiembre de 1828, Bolívar fue objeto de una intentona de asesinato que fue frustrada gracias a la valiente intervención de Sáenz. Los enemigos del Libertador, habían conjurado para darle muerte aquella noche de septiembre. Al entrar a la residencia donde se hospedaban, frente al Teatro Colón, al darse cuenta de la persecución, Manuela intervino entre ella y los rebeldes, con el fin de que Bolívar tuviera tiempo de escapar por la ventana. Bajo ella se puso una placa con las siguientes palabras:

"SISTE PARUMPER SPECTATOR GRADUM / SI VACAS MIRATORUS VIAM SALUTIS QUA SESE LIBERAVIT / PATER SALVATORE PATRIAE / SIMON BOLIVAR / IN NEFANDA NOCTE SEPTEMBRINA
AN MDCCCXXVIII"[1]

"DETÉNTE, ESPECTADOR, UN MOMENTO / Y MÍRA EL LUGAR POR DONDE SE SALVÓ / EL PADRE Y LIBERTADOR DE LA PATRIA / SIMÓN BOLÍVAR / EN LA NEFANDA NOCHE SEPTEMBRINA
1828"

Por estas acciones se ganó el apodo de la "Libertadora del Libertador". Al enterarse Thorne de la relación de su esposa con Bolívar, le envió una carta a Manuela pidiéndole que dejara a su amante y que regresara con él. La respuesta de Manuela fue contundente: seguiría con Bolívar y daba por finalizado su matrimonio con el inglés.
Bolívar dejó la capital al exilio de la Gran Colombia en 1830, y falleció en la ciudad de Santa Marta producto de la tuberculosis y otras afecciones, sin dejar nada a Manuela. Con la muerte del Libertador, asumió el poder el general Francisco de Paula Santander, quién la expulsó de Colombia, partiendo hacia el exilio en la isla de Jamaica. Intentó regresar a su tierra en 1835, aunque cuando se encontraba en Ecuador su pasaporte fue revocado por el presidente Vicente Rocafuerte, por lo que fue deportada hacia el norte de Perú. Se instaló en el pueblo de Paita, en la norteña provincia peruana homónima. En este lugar fue visitada por varios ilustres personajes como el escritor estadounidense Herman Melville (autor de la novela Moby Dick), el patriota italiano Giuseppe Garibaldi (quién la acompañó en sus últimos momentos) o el escritor venezolano Simón Rodríguez. Durante los siguientes 25 años se dedicó a la venta de tabaco, además de traducir y escribir cartas a los Estados Unidos de parte de los balleneros que pasaban por la zona.

En 1847 su esposo murió asesinado, siendo incapaz de cobrar los 8.000 pesos de herencia producto de las maquinaciones de sus enemigos. A los 59 años de edad, "Manuelita" sucumbió durante una epidemia de difteria que azotó la región el 23 de noviembre de 1856. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio local y todas sus posesiones fueron incineradas, incluidas la mayoría de las cartas de amor de Bolívar.

VALORACIÓN HISTÓRICA
Manuela Sáenz es sin duda uno de los personajes más interesantes de las guerras de independencia de América del Sur. Su relación con Simón Bolívar no opaca sus propios méritos personales, como una de las grandes defensoras de la independencia de los países sudamericanos y como una de las más destacadas y avanzadas defensoras de los derechos de la mujer.
En la ciudad de Quito existe un museo dedicado a su memoria, creado el año 1994.

EN LA LITERATURA Y EL CINE
Manuelita ha sido uno de los personajes más retratados de la Independencia. Así hay varios libros sobre ella, y su vida fue llevada al cine en el año 2000.
Libros
"La insepulta de Paita : elegía dedicada a la memoria de Manuela Sáenz, amante de Simón Bolívar", libro del chileno Pablo Neruda, con grabados en madera de Luis Seoane. Editorial Losada, Buenos Aires, 1962.

"Manuela Sáenz - La Libertadora del Libertador", libro de Alfonso Rumazo González. Editado por Almendros y Nieto, Quito, 1984.

"Manuela", libro de Gregory Kaufmann. Editado por RLN & Company, Seattle, 1999, ISBN 0-9704250-0-7 (en inglés).

MANUELA sus diarios perdidos y otros papeles, de Carlos Alvarez Saá, Editorial la Iguana Bohemia, Quito, Abril 2005, editor Rodrigo Villacís Molina.

Manuela Sáenz, Epistolario. Editado por el Banco Central del Ecuador. Archivo Juan José Flores de la Pontifica Universidad Católica del Ecuador, Quito. 1986.

VIDA ROMANTICA DE SIMON BOLIVAR, MANUELA SAENZ LA LIBERTADORA DEL LIBERTADOR por Evaristo San Cristóbal, Lima, Perú 1958.

EL LIBERTADOR y la Guerrillera, Germán Arciniegas, Editorial Milla Batres S.A, Bogotá Colombia,1990.

"Manuela Sáenz - presencia y polémica en la historia", de las autoras María Mogollón y Ximena Narváez. Editado por la Corporación Nacional Editorial, Quito, 1997.

"Manuela Sáenz", obra de teatro de Luis Peraza, Caracas, 1960.
CINE.

"Manuela Sáenz", película del venezolano Diego Rísquez, con Beatriz Valdés en el papel de Manuelita y Mariano Álvarez como Bolívar. 97 minutos.

Foro Mundial de Mujeres "Manuela Sáenz"
SoloNosotras.com: "Huella de mujeres: Manuela Sáenz".
Venezuelatuya.com: "Manuela Sáenz: Hasta la independencia".
Venezuela virtual "Manuela Sáenz".
Museo Manuela Sáenz de Quito, Ecuador.
Manuela Sáenz en Internet Movie Database (en inglés)

MANUELITA SÁENZ: LA LIBERTADORA DEL LIBERTADOR


Por: Myriam Luz Jaramillo Giraldo

Patriota ecuatoriana (Quito, 1797 Paita, Perú, 1856), compañera del Libertador Simón Bolívar. "Caballeresa del sol" fue el nombre que recibió Manuela Sáenz al recibir la más alta condecoración que el Perú revolucionario concedía a los militantes de la causa patriota, la Orden del Sol. "La Sáenz" era como la llamaban despectivamente los que no la querían (los enemigos de Bolívar, que no eran pocos), y como ella misma se llamaba para demostrar su desprecio por ellos y por las «preocupaciones sociales, inventadas para atormentarse mutuamente», según sus palabras. "La libertadora" fue el epíteto que recibió después de que le salvara la vida a Simón Bolívar la noche del 25 de septiembre de 1828. "Amable loca", "Manuelita la bella", son otros de los calificativos con los que se conoce a Manuela Sáenz, la mujer que acompañó a Bolívar en los últimos ocho años de su vida (1822-1830), que promovió activa y beligerantemente la independencia del territorio suramericano y que sufrió por su efímera homogeneidad política.

La fecha exacta de su nacimiento, al igual que la de su muerte, es incierta. En algunos libros se lee 1797-1856, en otros, 1798-1859, otros dicen que iba con el siglo. Su lugar de origen tampoco se sabe con certeza, esto ni a ella misma le importaba, pues declaraba: «Mi país es el continente de América. He nacido bajo la línea del Ecuador». Sin embargo, el dato más aceptado es Quito, 1797 - Paita, 1856. Su padre fue Simón Sáenz y Vergara, un español miembro del Concejo de la ciudad de Quito, capitán de la milicia del rey y recaudador de los diezmos del reino de Quito, casado con Juana María del Campo. Joaquina Aispuru era su madre, quiteña, que legó a Manuela el odio de su familia por haberla deshonrado con un amor ilícito.

En 1822, a los veinticuatro años, Manuela ya era la esposa de un acaudalado comerciante inglés, James Thorne, natural de Aylesbury. Era señora de una gran casa en Lima y de otra en las afueras (Magdalena); había sido condecorada con la Orden del Sol, el 23 de enero de 1822, por haber convencido a su medio hermano, un capitán del regimiento de Numancia del ejército realista, y a los demás oficiales de la unidad, para que se pasaran al campo de los patriotas. Este año, Manuela Sáenz regresó a Quito, al encuentro del Libertador y de la proclama de la libertad de la ciudad y la incorporación oficial del país a la República de la Gran Colombia. El 16 de junio de 1822, en el baile de gala con el que se celebró la liberación, conoció a Simón Bolívar. Desde este día, se convirtió en su sombra: fue la última mujer con quien Bolívar sostuvo un amor continuo desde la muerte de su esposa, María Teresa del Toro, veinte años antes; fue su confidente, cuidó y salvaguardó sus archivos, protegió su vida, y sus intereses políticos fueron los de ella. Manuela volvía a una ciudad que la había despreciado por haber abandonado el convento de Santa Catalina en 1815, su hogar desde que murió su madre, para irse con un oficial de la Guardia Real, Fausto D'Elhúyar. Este hecho hizo que su condición de hija ilegítima fuera esgrimida con vehemencia por una sociedad intolerante que siempre la llamó "bastarda" y la expulsó de su seno. Ahora volvía a hacerlo, pues Manuela repetía la historia con el Libertador. Desde este día, la vida de Manuela se regiría por la de Bolívar. Antes se había regido por la de su padre, cuando concertó su matrimonio en Panamá, a donde viajó al ser expulsada del convento. James Thome intentó lo propio, pero ni aun los derechos conyugales se lo permitieron.

En 1823 Bolívar fue a Lima para poner fin a la guerra civil que se había desatado, y allí se instaló Manuela, aun cuando en esa ciudad estaba su residencia con Thorne (él estaba en Chile), menospreciando las consecuencias sociales que esta circunstancia pudiera traerle. Sin embargo, esto resultó ser un punto a favor para sus intereses personales y para los intereses políticos de la independencia. Manuela sabía moverse tanto entre la "buena sociedad" de Lima, como entre los comerciantes (ingleses y limeños) y los patriotas, y estar al tanto de lo que pasaba y podía pasar en la ciudad. En octubre de ese año fue incorporada en forma oficial al Estado Mayor de Bolívar, a petición del coronel Daniel O'Leary. Fue encargada de los archivos personales del Libertador y se le otorgó el grado de coronela, por lo que vistió casaca azul, vueltas y cuello rojos. En la batalla de Ayacucho (1824), Manuela siguió a Bolívar a discreción por los Andes. El 1 de diciembre de 1827 salió para Bogotá, ante la solicitud de Bolívar de reanimar «una vida que está expirando».

En esta ciudad debió enfrentar un grupo grande de detractores, entre los que se encontraban Francisco de Paula Santander y José María Córdova, enemigos declarados de la Sáenz. «Tendría 29 a 30 años cuando la conocí en toda su belleza. Algo gruesa, ojos negros, mirada indecisa, tez sonrosada sobre fondo blanco, cabellos negros, artísticamente peinados y los más bellos dedos del mundo [...] era alegre, conversaba poco; Fumaba con gracia. Poseía un secreto encanto para hacerse amar», así la describió Jean-Baptiste Boussingault, un profesor de ciencias francés que Santander trajo a Colombia en 1824, y con quien Manuela compartió muchos momentos políticos y sociales.

Durante los primeros meses de vida en Bogotá, Manuela vivió en la Quinta de Bolívar, una casa situada «a la sombra de los cerros de Monserrate», construida por José Antonio Portocarrero a principios de siglo y que, por motivos de las guerras de independencia, pasó a manos de Bolívar en 1820. El 24 de julio de 1828, no obstante encontrarse Bolívar en el Palacio de San Carlos, ejerciendo sus poderes dictatoriales sobre la república (luego de la disolución de la Convención de Ocaña, el 11 de junio, y, consecuentemente, del Congreso), Manuela celebró el cumpleaños de Bolívar en la Quinta. En el transcurso de la fiesta, ella realizó un fusilamiento simbólico de Santander, «ejecutado por traición», según rezaba el letrero colgado del muñeco. Parece que la descarga se escuchó perfectamente en todo Bogotá. Con este acto, la política de reestructuración de la República que adelantaba Bolívar, estuvo a punto de derrumbarse. En la primera semana de agosto de ese mismo año, y a pesar de la orden de Bolívar de que permaneciera alejada del público, Manuela Sáenz puso treinta y dos pesos de plata en manos de don Pedro Lasso de la Vega por la casa marcada con el número 6-18 de la calle 10, para así estar más cerca al Palacio de San Carlos, es decir, de Bolívar.

Esta cercanía y la conjugación de sus talentos físicos con sus habilidades políticas le permitieron a Manuela saber de la conspiración para matar al general, conspiración que tomó fuerza por el descontento en casi todos los estratos. Los soldados se quejaban por el atraso en los pagos, las mujeres, de la carestía, la aristocracia, de la pérdida de privilegios, los comerciantes, por el detrimento en sus negocios, y los intelectuales, por la falta de libertad. En la conspiración, se rumoraba, estaba implicado Santander. El primer intento fue en el mes de agosto, en la fiesta de máscaras en el teatro El Coliseo (Colón), del que se salvó gracias a la acción involuntaria de Manuela. El segundo intento fue el 25 de "setiembre", en el Palacio de San Carlos. Esta vez fue la acción premeditada de Manuela la que hizo que saliera ileso, y por ello fue llamada por Bolívar «la libertadora del Libertador».

El 20 de enero de 1830, Bolívar presentó renuncia a la presidencia. El 8 de mayo emprendió el viaje hacia la muerte, ocurrida el 17 de diciembre en Santa Marta. Desde su partida, los ataques contra Manuela tomaron forma y nombre: Vicente Azuero se encargó de incitar a la gente a manifestar su descontento con La Sáenz, mediante carteles, "papeluchas" y actos como la quema de dos muñecos en la fiesta del Corpus Christi, en los que personificaron a Manuela y a Bolívar bajo los nombres de Tiranía y Despotismo. La reacción de Manuela fue obvia: destruyó las figuras y todo el andamiaje que las sostenía. El resentimiento santafereño cedió a las acciones de Azuero; sin embargo, Manuela recibió el apoyo del sector que menos esperaba, las mujeres: «Nosotras, las mujeres de Bogotá, protestamos de esos provocativos libelos contra esta señora que aparecen en los muros de todas las calles [...] La señora Sáenz, a la que nos referimos, no es sin duda una delincuente». El gobierno estuvo a punto de considerar éste y otros llamados de "las mujeres liberales", como ellas mismas se llamaron, pero un folleto, "La Torre de Babel", escrito por Manuela Sáenz, en el que no sólo ponía de manifiesto la ineficacia e ineptitud de los rectores del gobierno, sino que revelaba secretos de gobierno; hizo que se le acusara de actos «provocativos y sediciosos», y se procediera a encarcelarla, por lo menos virtualmente. En los últimos días de 1830, Manuela emprendió el viaje hacia Santa Marta para cuidar la salud de Bolívar, pero sólo llegó hasta Honda. Allí recibió una carta de Louis Peru de Lacroix, un joven veterano de los ejércitos de Napoleón, edecán del general hasta hacía poco, que decía: «Permítame usted, mi respetada señora, llorar con usted la pérdida inmensa que ya habremos hecho, y que habrá sufrido toda la república, y prepárese usted a recibir la última fatal noticia» (18 de diciembre de 1830).

Desde este momento, Manuela perdió su objetivo en la vida. Con la muerte de Bolívar, el desprecio por ella se desbordó, por lo que decidió partir hacia Guanacas del Arroyo; sin embargo, la persecución no cedió. El 1 de enero de 1834 Santander firmó el decreto que la desterró definitivamente de Colombia. Fue a Jamaica, y de allí a Guayaquil, a donde llegó en octubre de 1835.

También tuvo que partir de Guayaquil, pues el gobierno de Ecuador no la quería allí. Viajó, entonces, a Paita, un puerto en el desierto peruano sin agua y sin árboles, y formado por una sola calle y un muelle al que sólo llegaban balleneros de Estados Unidos. Allí, en un desvencijado edificio, se leía: «Tobbaco. English spoken. Manuela Sáenz». La pobreza la acompañó durante los últimos años, y finalmente también la invalidez. El 11 de agosto de 1847 se enteró de la muerte de su marido, James Thorne, asesinado el 19 de junio de ese año. En su testamento, Thorne devolvía a Manuela los ocho mil pesos de la dote de los intereses; sin embargo, ese dinero nunca Llegó a sus manos. Así, inválida, acompañada por Simón Rodríguez (el Maestro del Libertador), quien también terminó su vida en Paita (1854), y las cartas del General O'Leary, acabó la vida de Manuela Sáenz, víctima de una extraña epidemia que llegó al puerto en algún ballenero, el 23 de noviembre de 1856.

Bibliografía
DE MADARIAGA, SALVADOR. BOLÍVAR, 2 tomos. Madrid, Espasa Calpe, 1975. GAITAN DE PARIS, BLANCA. (Ed.). La mujer en la vida del Libertador. Bogotá, Cooperativa Nacional de Artes Gráficas, 1980. HISPANO, CORNELIO. LA vida secreta de Bolívar. Medellín, Bedout, s.f. MIRAMÓN, ALBERTO. La vida ardiente de Manuelita Sáenz. Bogotá, 1946. NOGUERA MENDOZA, FLAVIO. Aproximación al Libertador. Testimonio de su época. Prólogo, Pedro Gómez Valderrama. Bogotá, Plaza y Janés, 1983. RUMAZO GONZALES, ALFONSO. Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador. 1~ ed. Cali, 1944. 11a ed.: Quito, Promotora Cultural Popular, 1984. VON HAGEN, VICTOR W. La amante inmortal. Las cuatro estaciones de Manuela Sáenz, 1797-1856. México, Diana, 1967. 8~ ed.: 1979.
*Como curiosidad bibliográfica reciente ver: Patriota y amante de usted. Manuela Sáenz y el Libertador, editado por Heinz Dieterich St

SOBRE MANUELA DE PAYTA:DRAMA EN CINCO ESTACIONES



SOBRE MANUELA DE PAYTA
DRAMA EN CINCO ESTACIONES


Decía Pascal que el corazón tiene razones que la propia razón no entiende. Lo propio acontece con esa legión de admiradores innumerable que en América y el mundo tiene esa quiteña universal llamada Manuela Sáenz. Manuela es por sí misma un vínculo indesligable de Ecuador con el Perú. Sin embargo, resulta controvertido y pacato, que Manuelita aún tenga por el mundo enemigos gratuitos y detractores de la más curiosa especie. La odian a rabiar los historiadores ortodoxos. La reivindican los jesuitas para pagar con gratitud la deuda de generosidad que guardan con la patriota. La miran con desdén quienes creen que el amor es una gimnasia del protocolo y el modo de ser burgués y cortesano. Manuela brilla con luz propia. Es un candil de intenso patriotismo que ilumina con su mirada y sonrisa los extraviados caminos de la historia oficial de América Meridional.

Manuel Dammert Ego-Aguirre es por méritos propios miembro de la Legión Manuelitaria a la que pertenecen Otto Morales Benites, Gabriel García Márquez, Oswaldo Guayasamín, Víctor Delfín, Anne Marie Hocquenghem, Isabel Ramos Seminario, Rosa de Salgado, Jean Martínez Alier entre otras mentes esclarecidas que podemos oponer a las mentes escaldadas que aún se andan con los perjuicios de una moral postiza, descascarada y farisea contraria a la libérrima de la Sáenz.

Lo cierto es que Manuel de esa invicta lealtad a Manuelita surgida entre los grises farallones de Paita y la contemplación de la luna, nos entrega hoy “Manuela en Payta: Drama en cinco actos”. No se trata de una tragedia con su sobredosis truculenta de desolación y muerte. Ni una comedia sonora y estridente. Es un drama que recrea la vida de Manuelita sin perder el resplandor de su mirada ni la vitalidad del misticismo porteño. Manuela fue devota y cofrade de La Merced como lo fue de la festividad Lojana de Nuestra Señora del Cisne cuya feria decretó el Libertador.

Carletti, es el célebre autor de esa memorable frase que dice: La luna de Paita y el sol de Colán. En efecto, en Paita el paisaje lunar tiene dimensiones extraordinarias y el sol brilla con fulgor. En Paita, no se si por la coquetería planetaria, la belleza argentina de la luna es más intensa y emotiva en los plenilunios. O también quizás porque los peces de Colán navegan a ras del torrente salino para con su piel plateada construir un espejo para que la extasiada luna contemple su dulce faz.

Y el sol colanero reverbera. Es todo fuego. Los tatarabuuelos antañones recomendaban baños de arena caliente para devolver elasticidad a los músculos y huesos consumidos por el reuma y la artritis. Pero los baños de arena caliente eran buenos junto con las tisanas de zarzaparrilla - que crecía silvestre en las orillas cananeas del Chira- para curar el mal gálico. “Si vas a Piura la gonorrea es segura..” dice el epígrafe de “El Viejo saurio se retira” de Miguel Gutiérrez.

Manuel Dammert, presenta también en escena los cantarines sones de la cantigas de Alfonso X como marco para la presentación de la versión paiteña de Moros y Cristianos. Una danza popular que data a la luchas entre moros y cristianos por la reconquista. En la puesta en escena participan trajeados de guerreros los generales cristianos que se enfrentan a los soberanos moros. Es la lucha entre el cristianismo y el islam. Al final se imponen los cristianos. En la representación, muchas veces se da una transposición, por un lado los patriotas contra los españoles. En la lucha triunfan al final los patriotas que se imponen a los godos que reconocen finalmente la causa de la libertad.
Esta representaciones se acostumbran anualmente en la celebración de la festividad de la Merced del pueblo de San Lucas de Colán que se realiza todos los 24 de octubre. En Paita se recuerda el 24 de septiembre.

En Piura nace el sol dice el bardo. Porque como bien anota Sofocleto: “ Piura es la tierra donde el sol nunca se devalúa, la chicha nunca se evapora, las mujeres nunca se olvidan y la amistad nunca se extingue”. Creo que por estos sobrados argumentos escribo con gratitud estas líneas a Manuel Dammert. Agudo sociólogo, zahorí inquietador e inquietante. Intimo y exquisito poeta. Sensibilidad cultivada por esa convicción que las causas del socialismo y la justicia son transparentes y bellas como las colinas verdes en donde se alzan los sueños de un país para nuestros niños.

Hablar de Manuela de Payta (Drama en cinco actos). Es un poco reconstruir los veintiún años que pasó Manuelita en el exilio tras el destierro impuesto por Vicente Rocafuerte. Manuela llegó a Paita en 1834 el mismo año que nació Grau. En Paita hizo una vida de austeridad y recogimiento en la que no estuvo ausente su discreto servicio de espionaje a favor de la causa del Ecuador. Manuela mantenía una copiosa correspondencia epistolar con el General Juan José Flores, su compadre, albacea y Presidente del Ecuador.

Otra de las actividades de Manuela en Paita era la traducción de papeles diplomáticos en el Consulado de los Estados Unidos de América en cuyos trajines auxiliaba al Cónsul don Alexander Rudens. Fue en esas circunstancias y a consecuencia del levantamiento de la marinería de un ballenero inglés que Manuelita tradujo las testimoniales del tripulante Herman Melville. El autor de Moby Dick.

Manuela, quiteña, tenía la piel aperlada y los ojos intensamente negros. Nacida en l797 cuando partió al destierro tenía 37 años y era carne y cebo para las más descabelladas intrigas . Lo cierto es que Manolita con mejor olfato se percató de las conspiraciones políticas contra el Libertador Bolívar. En Paita Manuela conservó durante algunos lustros la correspondencia personal de Bolívar la que entregó con la confianza de su honesto uso al General don Florencio O´Leary.

Para ella se dejó un hato de cartas íntimas, desbordadas de amor y erotismo. Bolívar no se andaba con remilgos en la lengua y no tenía ataduras en las manos para expresar sus sentimientos. Bien podía escribir en la cuatro paredes de su desolación: “ el hielo de mis años se reanima con tus bondades...ven—ven Manuela ya no puedo más”. O una casquivana y lujuriosa nota como la que dice :”Adiós Manuela beso todos tus orificios”. Ni el Orinoco , ni el Santa Marta ni el Amazonas tuvieron en el grado sumo de su pasión tan torrente desbocado.

El temperamento de Manuela variaba como la línea del mercurio en el trópico. Paz y tormenta, ternura y rabia como para sacarse sangre de los labios y luego con las comisuras húmedas con el hilillo fresco besar apasionadamente al amado. Su matrimonio arreglado a los quince para salir del convento de las Conceptas en Quito fue un fiasco. Las buenas costumbres y el amaneramiento gentil de don James Thorne no iban con ella.

Manuela llamaba a las cosas por su nombre y no se andaba con rodeos. En Lima conspiró con patrióticas damas entre las que se encontraba Rosita Campusano su compatriota y amiga del General San Martín. En Quito tras la victoria de Pichincha Manuela le cogió camote a Bolívar para la eternidad. Le siguió como perro fiel. Le amó intensamente y defendió su amor como fiera en celo.

Nada le importó su fllemático marido, el naviero James Thorne. A él le escribió: no dejaré a Bolívar así me lo pidan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Manuela como decía Bolívar era una loca. “ Mi amable loca” le llamó. Tras la victoria de Pichincha Manuela - señala Ludwig- vivió para Bolívar a quien consideró su único amor .Para Bolívar fue la pasión mas intensa de su vida.

El 16 de junio de 1822 Manuela pudo conocer por fin al huracán victorioso y se enamoró perdidamente de él. El 25 de Septiembre de 1825, le salvó la vida en el Palacio de San Carlos de Bogotá. Manuela salió al frente espada en mano y detuvo a los conjurados mientras el Libertador se descolgaba por un balcón salvando su vida. Bolívar más tarde le llamaría con orgullo para la eternidad: “Tu Manuela eres la Libertadora del Libertador”. Historia de leones. Pero en fin historia de amor, de pasiones, de política, de vida y pasiones que han escrito las más bellas páginas de la historia.

No son numerosas las biografía sobre Manuelita. Las podemos contar con los dedos de la mano. “The Fours Seasons of Manuela” ( Las Cuatro Estaciones de Manuela) de Víctor Von Hagen. Una biografía con mucho de novela y ficción. “ MANUELA SAENZ La Libertadora del Libertador” de su compatriota Alfonso Rumazo González (Latacunga, 1903), “Vida Romántica del Libertador” de Evaristo San Cristobal y “ Manuela Sáenz” de Olga Briceño.(Ecuador). Otras publicaciones recientes son el presunto “ Diario de Paita” escrito por Manuela que conserva Carlos Alvarez Saa y que editó recientemente en México. Manuel Dammert, nos refiere, esa Manuela dolorosa, que mantuvo un impenetrable silencio sobre su vida trenzada con pólvora, balas y pasión al lado del Libertador.

Es una Manuela en el ocaso de su vida. Serena y madura. Dicen las crónicas de quienes la visitaron que había dislocado la cadera al caer por las escaleras del miserable altillo que habitaba. Ella mismo refiere en su Declaración de Pobreza de 1849 - para exigir la devolución de su dote- que se encontraba postrada por tener dislocado el hueso cuadril- en miserable condición y a expensas de la generosidad de sus amigos.

Manuela, vivía postrada en su silla. Sus fieles negras jamaiquinas, verdaderas aceitunas de ternura, la acicalaban para que pudiese contemplar el movimiento portuario y regocijarse con alguna carta de ultramar. De tarde en tarde era posible verla con la dignidad de una reina sobre su trono. En otras ocasiones adormitando sobre la hamaca. Así la conocieron Ricardo Palma, Garibaldi, entre otros célebres contertulios de su cuita.

En un viejo brasero Manuelita elaboraba dulces de azúcar y caramelo, cuando no cocadas y manjares. Frecuentaban la amistad de Manuelita Francisca Otoya, quien guardaba celosamente en su casa de Paita los restos del General José de La Mar que trajo en sus propios veleros de Costa Rica y entregó a la patria con dignidad y valor cuando acabó la oscura noche de la conspiración militar. Amiga de Manuelita fue Doña Luisa Seminario del Castillo la madre de Grau. Manuelita era comadre de Tadea Castillo la ama del niño Miguel y madre de Paulita Orejuela Castillo la ahijada de la Sáenz que logró entrevistar para la posteridad Luis Alberto Sánchez en 1922 y cuyo diálogo aparece en “Sobre las Huellas del Libertador” libro publicado por Editorial Rosay.

Manuela se entretenía criando perros a los que llamaba con los nombres de los generales de la independencia. En esta situación la encontró Cipriano Raygada Diputado por Piura. Otras veces se daba tiempo para sostener con su peculio y paciencia un parvulario en donde abundaban las “Manuelas” y “Simones”. Sus ahijaditos y ahijaditas a quienes enseñaba rudimentos de gramática y aritmética y labores con la aguja y el ganchillo. Otras ocasiones a bordar y hacer flores de trapo. Manuela fue madrina de pila de Manuela de la Circucisión y Simón Francisco los otros hijos de Tadea Orejuela conocida en Paita como “ La Morito”.

Uno de los méritos mayores de Tadea Castillo, según Ricardo Vegas García, es haber curado a Miguelito Grau del sarampión. Tadea Castillo está sepultada en el viejo Cementerio de San Pedro en Paita y a escasos metros de su tumba estaba sepultada doña Manuelita. De modo que no está lejano el día en que podamos encontrar los venerables despojos de Manuelita.

Manuela era en Paita cofrade de La Merced junto con las Benites, Otoya, Castillo y Orejuela,. Su devoción por la virgen no se extinguió al final de sus días. Es probable que este fervor tenga como origen el rol de protectora de los patriotas que tuvo la Gran Patrona de los Ejércitos Libertadores y Mariscala de los Ejércitos del Perú. En una de sus cartas Manuela pide a sus amigos de Quito le envíen un “quitiño” de esos de buena factura que saben labrar con sus manos los artesanos de esta capital. Manuela en su exilio de Paita recibió su Jesucito, policromado. Un niño Jesús sentado, que no es otro que el que durante mucho tiempo acompañó a la virgen paiteña en su camerino y que hoy se conserva en el moderno santuario.

Manuela murió a consecuencia del abominable mal de la garganta, difteria, a las seis de la tarde del 23 de noviembre de 1856. La relación pormenorizada de su muerte la hace en carta que dirige a su esposa desde Paita el Procer de la Zulia el General Antonio de la Guerra a su esposa Josefa Goróstide Seminario. La versión novelesca sostiene que los restos de Manuelita fueron arrojados a la fosca común en el lazareto construido para controlar la expansión de la epidemia. No es fácil explicar que las comadres de Manuelita permitieran trato tan cruel e inhumano a quien habían tratado en vida con afecto y generosidad. Manuela fue sepultada en el cementerio de San Pedro, probablemente con el escapulario y hábito de La Merced como era la costumbre. Los testimonios de los descendientes de Tadea Castillo y Paula Orejuela Castillo son elocuentes. Doña Manuela fue enterrada cristianamente. No es posible que la maestra conductora de un parvulario y responsable del nombre de todos los “Simones” nacidos entre l834 y 1856 haya sido tratada con incuria.

Manuela de Payta, Drama en cinco actos encierra un entrañable afecto por Paita y por Manuelita. Su presentación es necesaria para reencontrarnos con la Libertadora. Con esa Julieta Huracanada a la que Neruda dedicó hermosos versos y a quien Manuel Dammert recrea con verdadera emoción. Manuela...bella..bella guardiana insepulta del amor de verde fuego escribe su autor para descubrir la sustancia de esta pasión tan intensa por la libertad.


Lima 28 de agosto del año 2001
José Miguel Godos Curay.


Manuel Sáenz y las compañeras. Oleo de la pintora Erin Courier